+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
«Cristo... en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre la grandeza de su vocación. En Cristo “imagen del Dios invisible” (Col 1, 15), el hombre ha sido creado “a imagen y semejanza” del Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina, alterada en el hombre por el primer pecado, ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1701).
El ser humano, sea varón o mujer, es imagen de Dios. Con esta afirmación no se expresa ninguna cualidad del hombre; lo que se afirma más bien es una determinación estructural decisiva del hombre. En esa afirmación coinciden los mensajes de la creación y la alianza junto con las enseñanzas teológicas sobre la naturaleza y gracia, pecado y redención. (J, Auer, El mundo, creación de Dios, pág. 259).
Esta denominación de “Imagen de Dios” viene del Génesis, el primer libro de la Escritura, casp.1, 26, aunque este versículo ha tenido y tiene diversas interpretaciones. En el contexto parece que se establece una relación entre la imagen y semejanza y el dominio que el hombre ha de ejercer sobre toda la tierra. El hombre es como una imagen, una estatua que en las provincias de los imperios antiguos representaba la presencia y soberanía del rey o del emperador ante todos los seres de la creación. El hombre es como el lugarteniente de Dios y su colaborador en la obra de la creación.
Esta referencia a Gen 1, 26-27, literalmente dice: «Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios, los creó, varón y mujer los creó”».
La expresión” Imagen” señala, en primer lugar, que el ser humano no es Dios, que sólo Dios es Dios, porque una cosa es la realidad divina y otra su imagen, una cosa es la persona fotografiada y otra la fotografía. Por otra parte, expresa que haya cierta semejanza entre Dios y el ser humano, entre el ser humano y Dios.
En segundo lugar, esta expresión no quiere decir que el varón sea él solo imagen de Dios. El cap. 2 del Génesis, expresa que lo es en la comunión de personas que varón y mujer constituyen. Por decirlo de otra manera, el ser humano es imagen y semejanza de Dios no solamente a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas, entre el hombre y la mujer. El ser humano no en solitario sino cuando se da comunión (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica Ed. BAC, Bilbao 1999, pág. 100).
Hay otra dimensión a la que he aludido de pasada, pero también se refiere a ella el libro del Eclesiástico 17, 1-12: «El Señor creó al ser humano de la tierra, y a ella lo hará volver de nuevo. Concedió a los humanos días contados y un tiempo fijo, y les dio autoridad sobre cuánto hay en la tierra. Les revistió de una fuerza como la suya y los hizo a su propia imagen. Hizo que todo ser viviente los temiese, para que dominaran sobre las fieras y aves. Recibieron el uso de las cinco operaciones del Señor, como sexta les concedió participar de su inteligencia; y como séptima, la palabra, intérprete de sus operaciones. Discernimiento, lengua, ojos, oídos y corazón les dio para pensar. Los llenó de ciencia y entendimiento, y les enseñó el bien y el mal. Puso su mirada en sus corazones para mostrarles la grandeza de sus obras, y les concedió gloriarse de sus maravillas. Por eso palabra en su nombre, para contar la grandeza de sus obras. Puso delante de ellos la ciencia, y les dejó en herencia una ley de vida para que piensen que los que ahora vivientes son mortales. Estableció con ellos una alianza eterna, y les enseñó sus decretos. Sus ojos vieron la grandeza de su gloria y sus oídos oyeron su voz gloriosa. Les dijo: Guardaos de toda impiedad y les dio a cada uno preceptos acerca del prójimo». Aquí, como se puede comprobar, se destacan el dominio sobre todas las cosas, un dominio no para explotar sino para hacerlas crecer- tener autoridad es ayudar a crecer, a ser uno mismo- y las cualidades esenciales del hombre como- persona que le hacen reflejo de Dios.
Otro texto es el Sabiduría, 2, 23, que dice: «Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser», que se refiere al destino, que es la inmortalidad.
Todo esto se deduce del Antiguo Testamento. Veremos qué afirma sobre el hombre, imagen de Dios, en Nuevo Testamento.