+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
En el Nuevo Testamento, el tema de la identidad del hombre como imagen y semejanza de Dios se agranda y toma nueva perspectiva en la persona de Jesucristo. Los textos del Nuevo Testamento son claros. Son estos: I Cor 11, 7: «Pues un varón no debe cubrirse la cabeza, siendo como es imagen y semejanza de Dios, la mujer por su parte es gloria del varón»; II Cor 4, 4: «Los incrédulos, cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo, para que vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios»; Col 1, 15: «Cristo … Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en él fueron creadas todas las cosas…». Hebr 1, 3: «Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa». Sant 3, 9: «Con ella bendecimos al Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios».
De todas estas citas se saca, en conclusión, que hay continuidad con Génesis acerca del hombre como imagen y semejanza de Dios, pero también novedad, porque la referencia definitiva es Jesucristo, que es la imagen perfecta de Dios Padre, pues es el Hijo de Dios que se ha encarnado. Él es la verdadera y auténtica imagen del Padre. Desde él, desde Cristo, el hombre, además de ser hermano de Cristo, es hijo, hijo en el Hijo. Adoptivo, pero al fin y al cabo hijo, heredero de Dios y coheredero de Cristo, de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él (Cfr. Rom 8, 17).
El destino del hombre es reproducir la imagen de Cristo, ser imagen de Dios. Cristo explica el sentido profundo y pleno de las frases del Génesis. El hombre ha sido creado a imagen de Cristo. Esta relación es un don, pero también es una tarea, porque el ser humano tiene que reproducir a Cristo, revestirse de Cristo, asemejarse a Cristo, llegar a Cristo, alcanzar a Cristo. Es más: Cristo mismo es el camino para alcanzar la plenitud (Jn 14, 6). Hay que seguir sus huellas, seguirle a él, caminar con él y por él. Para ese debe amarle y conocerle, porque no se conoce plenamente lo que no se ama y no se ama lo que lo que se conoce.
Y ¿cómo es Dios? Y ¿quién es Dios? Seguramente que cada uno tenemos una idea, una concepción de quién es Dios y cómo es, fruto de su experiencia. Voy a recoger lo que dice san Agustín desde su experiencia ya madura: Dios es verdad, Bondad y belleza, es inteligencia y luz, Dios es amor. «¿Quién eres tú, Dios mío? ¿Qué eres tú para mi sino el Señor? Pues ¿qué señor hay fuera del Señor, o qué Dios fuera de Dios? Es sumo, óptimo, altísimo, muy poderoso y presentísimo. Misericordiosísimo y justísimo, ocultísimo y presentísimo. Hermosísimo y fortísimo. Tan estable como incomprensible. Inmutable y mudador de todo. Jamás nuevo y nunca viejo. Renovador de todas las cosas y envejecedor de los soberbios sin que ellos se percaten. Siempre activo y siempre quieto. Celoso y cuidadoso de todo y no menesteroso de nada. Llevando, llenando y amparándolo todo. Creando, aumentando y perfeccionando las cosas. Buscándolas a todas, sin tener falta de ninguna. Amas sin encendimiento. Tienes celos y estás tranquilo. Te arrepientes y no te pesa. Te enojas y no pierdes la calma. Cambias tus obras, pero no mudas de parecer. Recibes lo que hallas y recoges lo que no perdiste. Sin estar falto de recursos, re encantan las ganancias, y sin ser jamás avaro, devengas hasta los intereses. Se te da más de lo que pides para que te consideres deudor, pero ¿Quién tiene algo que no sea tuyo? Y ¿qué es todo esto que acabado de decir en comparación con lo que eres de verdad? Y ¿qué puede decir hombre alguno que se ajuste a la realidad de tu ser?¡Infeliz, por una parte, el que no habla de ti! ¡Pero incluso lo que de ti hablan mucho y bien sed quedan tan cortos que parecen mudos!» (Conf 1, 4, 4).
La imagen perfecta de Dios es Jesucristo. Ya lo dijo Él a Felipe: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mi?» (Jn 14, 9-10). Tendríamos que repasar todos los Evangelios y los demás libros del Nuevo Testamento para tener una especie de aproximación al mismo Jesús. También lo podemos ver en el Credo y en la Liturgia de la Iglesia, y en la vida de Santa María y los santos, los canonizados y los de la puerta de al lado, los amigos de Dios. En el escrito próximo intentaré presentar cómo es el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo (II Cor 1, 3).