+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Todos los años, en noviembre, se nos recuerda que somos los cristianos como parte de un misterio que nos rebasa, porque somos una familia que tiene a Dios por Padre, a Jesucristo como hermano mayor y maestro y al Espíritu Santo como fuerza, alma, vida y motor de la comunidad. Nosotros, aunque indignos, somos, por gracia y favor de Dios, sus hijos y, entre nosotros, somos hermanos. ¡Quién pudo soñar esto o imaginarse esta realidad! Yo no, pero es algo que intento vivir y comparto con vosotros. SOMOS UNA GRAN FAMILIA CONTIGO, no únicamente porque seamos muchos, sino porque formamos parte de la gran familia de Dios. Dios es familia -es Padre, Hijo y Espíritu, el Padre que ama, el Hijo Amado y el Espíritu de Amor que los une y enlaza eternamente-, familia unida en el amor, que es fuente de vida y de todo cuanto existe. Familia a la que ha querido asociarnos por amor.
Esta gran familia se llama Iglesia; es universal, abarca a todos los bautizados, convoca a todos los no bautizados y, quiere ser instrumento, los brazos de Dios para acoger, besar, perdonar a todos. De esta Iglesia-familia formas parte. Tú eres un miembro, un hermano o una hermana más.
Antes nos han precedido muchos hombres y mujeres, nuestros padres en la fe, a quienes hemos recordado en la fiesta de Todos los Santos y en la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos. Incluso algunos, tenemos derecho a creerlo, están emparentados con nosotros, por haber nacido y ser bautizados en esta Iglesia de Palencia. Y algunos han sido martirizados por Cristo, y muchos están también emparentados por lazos familiares, de carne y sangre. Muchos han sido los santos de la puerta de al lado que decía el papa Francisco en GE, 6: «Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos. En esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión “la clase media de la santidad”».
Esta familia, como todas, está compuesta por personas que tenemos rostro; un pueblo con rostro, una cultura, una tierra, una geografía. Es la diócesis que peregrina, en tierras palentinas, regadas por el Pisuerga y el Carrión, que tiene montaña, páramos, valles, cerros; una tierra, es verdad, cada vez más vacía y vaciada. Formada por hermanos y hermanas que viven en los pueblos y ciudades, que sufren, aman, se alegran, creen, celebran juntos al Señor; unos , la mayoría, sois laicos y laicas, llamados a hacer presente en nuestra sociedad el reino de Dios, su paz, su vida, su amor, su verdad, con el trabajo, la convivencia fraterna, la unión, compromiso por la justicia y la solidaridad; muchos sois mayores, pocos niños y jóvenes, personas sanas y enfermas, trabajadores y jubilados, parados ,etc. También hay otras personas a las que llamamos consagrados y consagradas, por otro nombre, monjas, monjes y religiosos, que se han entregado en cuerpo y alma al Señor para hacerle presente con sus palabras y obras como el amor que libera para amar- castidad, la obediencia al Padre por amor, desde la pobreza que nos enriquece a todos y testigos de los valores que no pasan, que son eternos. También estamos los ministros ordenados- diáconos, sacerdotes y obispo, que hemos recibido el encargo del Señor Jesús de ser su presencia, en nuestra debilidad, como pastores, iconos del Buen Pastor, el Servidor de todos, de su entrega hasta el final. Un recuerdo especial a los misioneros que están fuera, pero forman una parte muy querida de nuestra Iglesia. Hoy en la Diócesis, entre unos y otros, somos unos 160.000. Esta familia tiene necesidades de bienes para ayudar como el Buen samaritano a los que pasan necesidad, aquí o fuera, mantener nuestros lugares de encuentro, de cabezas para renovar las comunidades con iniciativas y creatividad, de manos para trabajar, para hacer presente el evangelio, y de pies para caminar con otros y no estancarse. SIN TI NO HAY PRESENTE.
Pero esta familia cuenta contigo porque hay futuro y esperanza para todos. Dios es nuestro futuro y quiere nuestro bien. La familia de la Iglesia , según el plan de Dios, está convocada y empujada por Dios para llevar la alegría a los tristes, secar las lágrimas de los que lloran, la esperanza a los desamparados, el amor y el perdón a los que están heridos, el perdón a los que están enfrentados, la libertad a los que están esclavizados a sí mismos o a los bienes materiales; esta familia está llamada a la misión de difundir el testimonio vivo del amor de Dios, siguiendo las huellas de Jesús y con la fuerza el Espíritu Santo, sobre todo con nuestra vida de fe y caridad; nos llama a ser personas de encuentro, de diálogo, abiertos a los demás, de reconciliación y de esperanza. CONTIGO HAY FUTURO.
Termino invitándote a vivir en la Iglesia, sufrir y amar la Iglesia, ser esta Iglesia de Palencia. CONTAMOS CONTIGO.