+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
No sólo para el cristiano, sino creo que, para todo hombre y mujer, es central el amor. El amor guía nuestros corazones, orienta nuestras mentes y mueve nuestras manos. El amor es lo más profundo que podemos del ser humano. La ciencia y el conocimiento pueden ser de gran importancia, pero como tales no pueden hacer que una persona sea buena y viva feliz. Tan sólo el amor es capaz de hacerlo. ¿De qué serviría conocer lo que es bueno si uno no es capaz de amarlo? El amor renueva al hombre.
El corazón de la fe cristiana es el amor, es amor es la imagen de Dios y del hombre y la mujer y su caminar por este mundo. La fórmula sintética de la existencia cristiana es: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él., porque “Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él”» (I. Jn. 4,16; Benedicto XVI, Deus Cáritas est, 1). «El amor es lo único que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Puede ser que todos se persignen con la señal de la cruz, puede que todos respondan amén, que todos canten aleluya, que se bauticen, que entren en las iglesias, que construyan los muros de las basílicas, Pero, a la hora de la verdad, el amor es lo que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Lo que tienen amor han nacido de Dios, los que no lo tienen no han nacido de él... Hermanos míos, esto es lo que distingue a los hombres. Que nadie se fije en las palabras, sino en los hechos y en el corazón. Si no hace el bien a sus hermanos, está bien claro qué hay dentro de él» (San Agustín: Comentario a la I carta DE San Juan, 5,7-8).
La palabra amor tiene múltiples significados; se habla de amor a la patria, aunque cada vez menos, amor a la profesión o al trabajo, de amor entre amigos, entre padres, entre esposos, entre hermanos y familiares, amor al prójimo, a uno mismo y amor a Dios. Hoy muchos confunden el amor con el sexo y lo reducen a sexo. Los griegos hablan de eros, -amor erótico-, filia -amor de amistad-, y, en los escritos del Nuevo Testamento, ágape -amor de caridad-. (Cfr. Benedicto XVI, DCE.) Pero, ¿qué es el amor? Para san Agustín es una inclinación un movimiento, una tendencia hacia una realidad que se apetece por sí misma, porque la consideramos buena para nosotros, no para un instante, sino para siempre (Diversas cuestiones,35, 1). El amor es como los pies del ser humano, es la ley de la gravedad humana, es nuestro peso; El amor - a Dios y al prójimo-, son las alas del ser humano para elevarse a lo alto, a lo divino. El amor es la fuerza del alma y de la vida. Vivimos a base de nuestro amor, y el amor determina la vida de tal manera que el hombre es lo que ama: «Uno es lo que es su amor. ¿Amas a la tierra? Pues eres tierra. ¿Amas a Dios? ¿Voy a decir acaso que eres también Dios? Yo me atrevería a decirlo, pero escucha lo que dice la Escritura: Yo dije: “sois dioses e hijos del Altísimo todos”» (Salmo. 81,6) (San Agustín, comentarios a la I carta de San Juan, 2, 14). El amor es lo único que distingue a una persona de otra, cada uno es lo que ama. Hay cuatro sujetos a los que amar: Dios, nosotros mismos, el prójimo y las demás criaturas. Entre los sujetos del amor tiene que haber un orden, una jerarquía.
Toda virtud es una forma de amor. La templanza es amor que sabe cómo conocer su propia integridad; la fortaleza es el amor que es capaz de soportar mucho a causa de aquello que se ama; la justicia es el amor que no desea retener para sí las cosas buenas de la vida, sino que sabe compartirlas equitativamente; la prudencia es el amor que sabe discernir lo que puede beneficiar al amor y lo que puede dañarlo. (s. Agustín, de móribus eclesiae, 1, 15, 25). Y así las otras virtudes como la paciencia, el gozo, la fidelidad, la sinceridad, la humildad, la pureza de corazón.
Pero cada persona ha de pensar qué es lo que ama, porque no todo es bueno y nos ayuda a vivir bien. Hay amores, dice el refrán, que matan, y eso quiere decir que hacen daño. San Agustín dice: Ama y haz lo que quieras, es verdad, pero muchas veces esto se entiende mal, porque no se lee entero no todo. Él dice «Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; que en el fondo de tu corazón esté la raíz del amor, pues de esta raíz lo único que puede salir con cosas buenas». (Comentario a la I carta de San Juan, 7, 8).
El amor no sólo caracteriza a las personas, sino toda la historia de la humanidad. Esta historia está escrita básicamente por el amor. El amor es el centro de todo. Dos clases de amor opuestas: el amor centrado en Dios y vuelto hacia el prójimo, y el amor centrado en sí mismo, que busca el interés privado y que trata de olvidarse de Dios y del prójimo. Este es el tema de una obra magna de san Agustín: la Ciudad de Dios.