+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
En España, desde que yo recuerde, el día de San José, patrono de la Iglesia Universal, y comercialmente día del Padre, es el día del Seminario. La palabra Seminario habla de semillero, y semillero es el lugar donde se crían las semillas de las plantas para que crezcan, se desarrollen lo suficiente, no se hielen, maduren para después poder ser trasplantadas a otras tierras y lugares y puedan dar flores y frutos. Se llama Seminario al espacio educativo de la diócesis donde se acogen a aquellas personas que se sienten llamadas por Dios, bien a la vida de especial consagración o bien al ministerio ordenado, a ser diáconos o presbíteros -sacerdotes- en la iglesia al servicio de las comunidades cristianas. No es sólo el edificio, sino que el edificio es la casa, el hogar donde se educan y maduran.
Nosotros actualmente en la Diócesis tenemos un seminario, el de San José, Pero el seminarista que tenemos, D. Antonio Domínguez, se educa con otros de otras diócesis en el Seminario de Ávila, en Salamanca. Allí estudia en la Universidad Pontificia y la mayoría de los fines de semana viene a Palencia para estar con su familia, y colaborar en las parroquias de San Antonio, en la ciudad, y de Grijota.
El lema de esta Jornada es significativo. Pastores misioneros. Me recuerda que es una concreción de lo debemos ser todos los cristianos, discípulos misioneros. Todos discípulos y condiscípulos de único Maestro que es Jesucristo y misioneros porque lo que aprehendemos de Él, de su amor, de su entrega y servicio, lo contagiamos, lo tenemos que contagiar como si fuera el coronavirus chino a los demás para que los demás gocen, se alegren, compartan lo que nosotros sentimos y experimentamos; en definitiva, evangelizar.
Ser pastor es oficio de amor, decía San Agustín. Hoy casi no se ven por nuestra Castilla, pero casi todos los recordamos con su bastón, su perro, su zurrón, y sus ovejas. En Israel cada familia tenía sus rebaños con las que iban de un sitio a otro buscando pastos, buscando aguas, mantiene unido al rebaño para que no se disperse. El pastor, que era un miembro de la familia, cuidaba del rebaño, porque las ovejas eran un bien y parte de la familia; busca pastos, lugares donde abrevar, espacios para el descanso, caminos para trashumar. Tenía que cuidar de las ovejas débiles, de los corderos, de las madres, proteger del lobo o las alimañas, etc. Con esta imagen en Israel se describía la función de los reyes, de los jefes del pueblo, y profetas y sacerdotes en su relación con los israelitas. Casi siempre defraudaron. Por eso Dios, por los profetas, dice que él mismo será su pastor. Muchos salmos así lo expresan y cantan, como el 23, 28, 78, etc. El pueblo canta y confía en su pastor, aunque camine por cañadas oscuras. El profeta Ezequiel, sobre todo, lo describe en el capítulo 34. El Dios Pastor conforta a las débiles, cura a las enfermas, venda las heridas, busca las descarriadas, fortalece a las fuertes, reúne y defiende a todas.
Jesús es el Buen y Bello Pastor. Así se presentó Él según el capítulo 10 de san Juan. El pastor que entra por la puerta, no asalta, abre la puerta, va delante de las ovejas, las conoce, ellas le siguen, busca las perdidas, la lleva sobre los hombros, busca que tengan vida y vida abundante, da la vida por las ovejas, las habla, le importan las ovejas, tiene otras ovejas que no son del redil: a ellas las tiene que traer y hacer un solo rebaña bajo un solo pastor. Pero ¿quién y cómo hacer presente el pastoreo de Jesús hoy en las comunidades? Él encomendó esta misión a los apóstoles y estos a sus sucesores, a los obispos con la colaboración de los sacerdotes y diáconos, catequistas, padres y madres de familia, maestros y educadores, etc. Todos los que tienen una responsabilidad para con los demás y la asumen por amor. Todos debemos ser pastores, guardianes de nuestros hermanos.
Este día es día para dar gracias por todos ellos; os pido que demos gracias especialmente por el rector del Seminario y todos los sacerdotes de la Diócesis que se han entregado y se entregan a las comunidades.
Nuestra Iglesia Palentina necesita pastores que hagan presente, humilde y sencillamente, a Jesucristo. Necesitamos pastores que sean cristianos con los cristianos y pastores para la comunidad cristiana. Y misioneros, como Jesús y San Pablo que salieron por los caminos trillados, que no se quedaron en el redil, sino que salieron a buscar a comunicar vida, a anunciar y contagiar con obras y palabras el amor de Dios.
Oremos al Señor para que, por la intercesión de san José y la Virgen María, su esposa, no nos falten sacerdotes que sean pastores misioneros. Que el Señor despierte en los jóvenes el anhelo y la vocación de seguir a Jesucristo y servir a sus hermanos; que mande obreros a su m mies, que nos deje de su mano. Necesitamos, además, pastores, es decir, hermanaos, que cuiden y acompañen, yendo delante, en medio o detrás del pueblo de Dios en nombre del único Pastor y Señor que es Jesucristo y movidos por su Espíritu.
Colaboremos en la colecta para mantener el edificio del Seminario y colaborar a los gastos del seminarista actual como signo de solidaridad y expresar así que somos miembros de esta Iglesia de Palencia que mira al futuro confiando en Dios.