Homilía de nuestro obispo en la Fiesta de San Juan de Ávila 2024

Homilía de nuestro obispo en la Fiesta de San Juan de Ávila 2024

Queridos hermanos, damos gracias a Dios porque él es fiel, porque en estos días se experimenta de tal manera su cercanía, la delicadeza que ha tenido con nosotros, lo fuerte que ha estado, la misericordia y luego toda la fecundidad que nuestras vidas. Nuestras obras van fructificando de una manera en su mayor parte desconocida. Pero también está bien que a veces experimentemos, agradezcamos, celebremos, y es eso lo que estamos haciendo ahora el día de nuestro gran patrono. San Juan de Ávila es una figura inspiradora para todos nosotros, porque en su tiempo, en aquel siglo de oro español, este santo fue el que propició esa floración de místicos, de santos, de evangelizadores.

Hombres y mujeres de tantas maneras transformaron la fisonomía de aquella iglesia que tenía grandísimas posibilidades, pero también muchísimos peligros. En aquella Europa en la encrucijada, San Juan de Ávila fue fuente de inspiración y de sólida formación, desde la palabra de Dios, de tantos grandes santos que la Iglesia de España ha celebrado, ha gozado y muestra al mundo.

En este contexto también de encrucijada para un mundo como el nuestro, es bueno que miremos en la palabra de Dios cómo es esa santidad, ese celo que se pide de nosotros los ministros. Y estoy convencido de que tiene muchísimo que ver con la capacidad de caminar hasta el final. Recordaréis cómo en el curso de formación se nos hablaba de la situación del sacerdote quemado por tantas tareas, por tantas solicitaciones. Justamente, una de las pistas que se nos dejaba en el camino era considerar que la santidad tiene que ver más con el camino que con la meta. Porque, nos decía Emilio Lavaniegos, si consideramos la santidad como una meta, que tenemos que tenerla ya, esa idea de santidad nos hace daño porque se nos antoja imposible. La santidad, tal y como aparece en el Evangelio, cuando Jesús dice «Sed perfectos como mi padre Dios es perfecto», justamente Jesús utiliza una palabra que en su traducción griega pienso que se acercará más a la intención original de Jesús. La idea de perfección nos asusta, nos echa para atrás y se nos hace pesada e indigesta. Teleios en griego significa la persona que justamente está enfocada hacia una meta. Eis telos, los amó hasta el extremo, hasta el final. Por tanto, la santidad (y es lo que creo que el Espíritu Santo nos está regalando con mucha fuerza) es esa capacidad y esa docilidad ante el Espíritu de estar dispuestos de seguir al Señor hasta el final.

Y esto es lo que celebramos aquí, en estos jalones de los 25, 50 y 60 años. Vamos celebrando que día a día nuestro seguimiento a Jesús se va consolidando, se va encarnando. Y ello no de una manera difícil o complicada, sino con esa sencillez a la que lleva todo el Señor. La manera de rehabilitar a Pedro, a Simón, es justamente la de una madre que retoma y vuelve a tejer una historia rota. Realiza el signo de la multiplicación de la pesca ahora en un contexto pascual, en un contexto de sobreabundancia. El Señor remite así al inicio de aquella primera vocación de Pedro en Cafarnaúm. La parte del Evangelio que se nos ha proclamado ahora es la que sigue al milagro. “Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro”. Y aquí es una maravilla percibir cómo el Señor está continuamente reiniciando, reprogramando, reconfigurando nuestra vida, porque Pedro le había traicionado tres veces y tenía una herida que parecía que no tenía vuelta.

Y por eso mismo Jesús le va llevando por el camino de una preciosa pedagogía, la de una madre (por lo menos a mí me pasaba) que cuando nos habíamos portado mal o habíamos hecho esto nos llamaba por nuestro nombre y apellidos. Aquí Jesús no le llama Pedro, sino que le dice Simón, hijo de Jonás. Con lo cual, podemos advertir que Jesús le quiere llevar a Pedro al inicio. Y lo hace con la gran pregunta: «¿Me amas más que estos?». Pedro, desde sus fuerzas, había dicho: «aunque estos te abandonen yo a ti, nunca».

Pedro había seguido al Señor con sus propias fuerzas y Jesús le va enseñando a que lo haga, pero apoyado en él. Y utiliza un verbo que es el amar, el verbo agapao, al que Pedro ahora ya sí, de una manera bastante humilde, le responde utilizando otro verbo que es filó, “cariño, eso sí que te tengo”. “¿Más que estos me amas más que estos?”, la segunda vez: “¿me amas?”, la tercera: “¿me quieres?”. Jesús va exactamente al punto donde está Pedro. Desde ahí es desde donde le encomienda también por tres veces la misión, diciendo que tienes que apacentar mis ovejas, mis corderos. Eso es lo que a veces a nosotros se nos puede olvidar, considerar que somos nosotros los pastores de sus ovejas, de sus corderos.

Por eso, bendecimos al Señor porque hoy vuelve a hacernos esta triple pregunta de una manera muy especial a cada uno de vosotros, pero también a todos los que estamos hoy aquí. Me amas, me quieres y es lo que hace que Jesús nos abra un futuro. Y ahí sí que podríamos decir que tú ahora ibas a donde querías, pero llegará el tiempo que otro te ceñirá y te llevará a donde no quieres.

De hecho, ese es el sentido profundo de Roma. Todo lo que vemos cuando vamos allá, esa maravillosa basílica y esa plaza gigantesca, no tienen absolutamente ningún sentido si no están fundadas en ese sí que dará Simón, hijo de Juan, ahora ya Pedro, a Jesús. El apóstol será capaz de ir hasta el final, eis télos, como hizo Pablo, ir hasta el centro del imperio, allí donde tenían que dar testimonio de Jesús dando su vida. Y en medio tenemos este episodio de los Hechos de los apóstoles, que se nos ha proclamado como primera lectura.

Precisamente es el texto que escoge el papa Francisco como inspirador de todo lo que está siendo el sínodo en el que estamos embarcados como iglesia. El Papa cifra y pone el acento aquí, el cambio hacia una iglesia plenamente sinodal, justamente lo dará el Espíritu Santo, que es el gran protagonista. Este capítulo 10 de los hechos de los apóstoles debe resultarnos a nosotros inspirador, porque antes de la llegada del Espíritu, las fronteras estaban bien claras y los muros parecían infranqueables.

En Jafa, un grupo de cristianos recibe la visita de Pedro. A pocos kilómetros, la ciudad romana de Cesarea Marítima, donde centuriones romanos y soldados están en la base del ejército imperial en Palestina. Nadie podía haber imaginado que de esos dos pueblos el Espíritu Santo iba a constituir uno. El Espíritu Santo se anticipó con Cornelio y con Pedro e hizo de aquellas dos comunidades una única iglesia. Y ahí nacimos todos los que estamos aquí.

Por eso le pedimos al Seños que en los tiempos que nos toca vivir tengamos esa docilidad, esa disposición de no poner techo, barreras a lo que es la evangelización. Nuestros proyectos, nuestras ideas son necesarios, pero por ellos mismos insuficientes, y están necesitados de que el Espíritu Santo esté en el origen y en el final de todo. Si nosotros con nuestra docilidad, con un solo corazón, en comunión vamos siguiendo la Palabra del Señor y vamos dejándonos transformar por el Espíritu Santo, entonces será posible que lo que hemos cantado en el Salmo: que el Evangelio se convierta en vida de nuestra vida y en carne de nuestra carne: “Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor”.

Que como pastores del pueblo llevemos esto en el corazón, que consideremos que nuestro ministerio es empapar a todos de esta esperanza. Que confiemos en las grandezas que Dios va a hacer a través de personas limitadas, pecadoras, pequeñas, como somos nosotros. Pero es el Señor quien nos ha llamado y él que comenzó en nosotros la buena obra la llevará a término, como se dijo en nuestra ordenación. Pues, por todo ello, enhorabuena, felicidades.

Ánimo y que esta celebración justamente revitalice nuestro estar en la Iglesia, nuestro sentir. No se trata tanto ahora de hacer, de obrar, de actuar, sino de dejarnos inspirar por el Espíritu y con docilidad dejarnos llevar. Que San Juan de Ávila interceda para que ese celo pastoral que nos pide Dios lo cuidemos nos lleve a una entrega gozosa. Que nuestra Señora, la madre de Lebanza, nos tenga como a sus hijos. Que, como Ella, acojamos la Palabra, la comamos, y la repartamos al pueblo. Así esta Palabra llenará el mundo y lo transformará.

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi

Obispo de Palencia

 

Seminario Menor Diocesano, 10 de mayo de 2024