Eucaristía y homilía en el Corpus 2024

Eucaristía y homilía en el Corpus 2024

Homilía de nuestro obispo Mons. Mikel Garciandía Goñi, en la Solemnidad del Corpus Christi 2024. En la S.I. Catedral de Palencia el  2 de junio de 2024

 

Para que no viváis separados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, bebed vuestro precio. Para que el mundo sepa que tiene un Salvador, llevad su amor a todos. Para que el mundo crea, amaos como Él os ha amado.

Bendigo al Señor, que nos da hoy la oportunidad de celebrar la solemnidad del Corpus Christi. Para mí es la primera vez que lo hago aquí, en esta Catedral. Os saludo, queridas autoridades encargadas de velar y promocional la caridad social. Queridos voluntarios de Caritas, sois la encarnación del amor de Cristo por los pobres. Queridos niños, que al comulgar a Jesús os habéis convertido en su casa, en amigos suyos y trabajadores de un Mundo Nuevo. Queridos fieles, que tenéis señalado este día en vuestro corazón porque sois el Cuerpo de Cristo en medio del mundo, todos los días del año.

Os invito a poner la mirada del corazón en el gran regalo que nos hace Dios Padre con la Vida y la presencia real de su Hijo Jesucristo en la Eucaristía a través de la fuerza de su Espíritu. El Pan consagrado, blanco y limpio, ha venido a colmar el hambre y la sed de la humanidad.

Y a vosotros, niños y mayores, os recuerdo el compromiso que conlleva y expresa salir en procesión por las calles de nuestra ciudad. Una vez que le hemos recibido a Jesús en la Comunión, estas son las actitudes:

1. Ofrecer nuestra propia vida, nuestro trabajo, todo lo que somos y hacemos.

2. Amar como Jesús ama. La vida se ofrece y se gasta amando.

3. Dar gracias. Eso quiere decir Eucaristía: dar gracias a Dios Padre por habernos regalado su salvación con su Hijo Jesús.

4. Invitar a otros a participar de este regalo: ser misioneros.

Por todo ello, en esta solemnidad celebramos el Día de la Caridad, el día en que el Amor se puede tocar, ver, comer y adorar. Dios no ha abandonado a la humanidad en su camino, sino que se ha quedado de este lado para siempre. Este año la campaña de Cristas se presenta así: “Allí donde nos necesitas, abrimos camino a la Esperanza”.

Nosotros, cuerpo de Cristo que es la Iglesia, nos dirigimos a ti, que nos necesitas, pobre, indigente, sufriente, herido. Hoy salimos a la calle en procesión, y cada día te buscamos en nuestros programas de asistencia, de ayuda, de promoción. Salimos a tu encuentro en nuestras campañas y en nuestras celebraciones, en el trabajo y en el ocio. Porque Jesús, siendo Hijo de Dios, “siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Y nos ha pedido que hagamos lo mismo: convertirnos en alimento para el mundo.

Así vamos siendo Iglesia en camino, Iglesia en la encrucijada de las vidas que buscan justicia, amparo, promoción y comunidad. Y esto es lo que como Iglesia soñamos ser, una vez que hemos comido y bebido del Banquete de la Vida: esperanza para otros, caminos de encuentro, testimonios de la Buena Noticia de Jesús como comunidad cristiana y ante el conjunto de la sociedad. Demasiada gente ha sido defraudada en su esperanza y pregunta si de verdad hoy hay razones para confiar y esperar.

Hoy es un día especialmente luminoso para nosotros los cristianos católicos, porque la salvación que nos regaló Dios Padre por medio de su Hijo, se hace patente, se hace visible y palpable: el amor divino posibilita el amor humano a través de la Eucaristía y de la Caritas, de la Caridad genuina. Caridad que no es asistencialismo, sino solidaridad, que no es altruismo, sino fraternidad, que no es filantropía, sino profecía de la Humanidad Nueva. Porque Jesús sacramentado sale a las calles, realmente presente en el Pan de la Vida y en cuantos han comulgado de Él en la Eucaristía.

Y hablando de esperanza, el Papa Francisco acaba de presentar la Bula “La Esperanza no defrauda” con motivo de la celebración del Jubileo 2025. Nos recuerda que “El Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios”. Sólo aquí se conjuntan esperanza y comunión, presencia y compromiso, adoración y solidaridad.

Sigue diciendo el Papa: “La felicidad es la vocación del ser humano, una meta que atañe a todos. Pero, ¿qué es la felicidad? ¿Qué felicidad esperamos y deseamos? No se trata de una alegría pasajera, de una satisfacción efímera que, una vez alcanzada, sigue pidiendo siempre más, en una espiral de avidez donde el espíritu humano nunca está satisfecho, sino que más bien siempre está más vacío. Necesitamos una felicidad que se realice definitivamente en aquello que nos plenifica, es decir, en el amor, para poder exclamar, ya desde ahora: Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás. Recordemos una vez más las palabras del Apóstol: «Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8,38-39)”.

Os animo a abrir una y otra vez camino a la esperanza, a ser Iglesia que no defrauda, porque sale a por la vida. Adoraremos a Jesús sacramentado por las calles, y le descubriremos y sólo así, serviremos hasta el final en los prójimos. Donde hay caridad y amor, allí está el Señor.