Homilías de Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA, Obispo de Palencia en la Bendición de los Ramos y en la Eucaristía del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Palencia, 14 de abril de 2019
EN LA BENDICIÓN DE LOS RAMOS
Estos días hemos visto casi todos por todos los medios la fotografía del agujero negro que está a 55 millones de años luz de nosotros. Un agujero negro que todo lo atrapa, todo lo engulle.
Nosotros hoy miramos a Cristo, que no es un agujero negro, sino un abismo de riqueza, de sabiduría y conocimiento, un abismo de amor y misericordia. Nos atrae, nos cautiva, nos interpela y reta, nos llena de alegría. No nos lleva a la nada, sino a la gloria: paz en el cielo, gloria en las alturas. Nos trae el reino de la justicia, la verdad, la vida, la paz, el amor.
Que le aclamemos con cantos hoy en la procesión y con palmas. Que digamos: bendito el que viene en el nombre del Señor. No callemos, gritarán las piedras. Pero aclamemos con la vida, siguiendo al Señor, viviendo de su mismo amor, perteneciendo al reino de Cristo, y viviendo de su amor y como él todos los días en todas nuestras relaciones. Preguntémonos: ¿hasta qué punto pertenezco a su Reino? ¿Reina en nuestra vida? Nosotros tenemos la palabra.
EN LA EUCARISTÍA
Hemos escuchado un relato estremecedor: la pasión y muerte de un justo, de un hombre de bien, del Hijo de Dios. El relato de un amor sin igual que se entrega hasta la muerte y muerte de cruz.
Miremos al crucificado y aprendamos en esta escuela a amar como Él nos amó. Él padeció dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Como el Padre y el Hijo aman; así podremos llegar a la alegría y la felicidad que nos esperan.
Desde Cristo el amor es un amor discreto, humilde, lleno de compasión y misericordia, lleno de servicio. Dejemos que nos inunde el amor del Padre y del Hijo, aunque tengamos que sufrir, asumir el dolor. Cuando se asume se convierte de maldición en bendición.
Con nuestras fuerzas no podemos, pero acudamos al Padre, oremos, pidamos su gracia como Jesús en la Pasión. Con él todo lo podemos. No presumamos como Pedro, porque terminaremos negando, imitemos a Pedro que busca ayuda en Dios y así seremos como Pedro predicadores, testigos.
La eucaristía es memorial de su amor, de su entrega: esto es mi cuerpo que se entrega, esta es mi sangre que se derrama. Seamos memoria viva, eucaristía, sacramento de su amor.