La ley de eutanasia vuelve al Congreso

La ley de eutanasia llega esta tarde por tercera vez al Congreso de los Diputados. Con este motivo recuperamos un artículo publicado en el número 705 de "Iglesia en Palencia", en el que se describe la cruda realidad que esconde la eutanasia en un país con larga trayectoria en este tema, Holanda. La eutanasia poco a poco se va convirtiendo en una solución fácil, en detrimento de los cuidados paliativos, y ya es el modo rutinario de tratar a los pacientes “graves o terminales, incluso a los que se sienten tristes o deprimidos”.

 

El libro que no leyó Pedro Sánchez

 

Gobernaban los demócratas en Estados Unidos. El presidente Obama tenía intención de aprobar una ley de eutanasia en el país, y para ello encargó la elaboración de un informe a Herbert Hedin, Director Médico de la Comisión Internacional de la Prevención de Suicidios, y catedrático de Psiquiatría del Colegio Médico de Nueva York.

Para elaborar dicho informe, Hedin decidió trasladarse a Holanda, donde la eutanasia es legal desde 2002. Después de entrevistarse con numerosos médicos y promotores de la muerte dulce, elaboró un documento que presentó ante el Congreso de los Estados Unidos. Dicho informe se convirtió en un libro, publicado en España en 2009, bajo el título de “Seducidos por la muerte”.

Cuando el libro vio la luz, tuvo un enorme impacto en la opinión pública. Porque las conclusiones de Hedin, no creyente e inicialmente favorable a la eutanasia, distan mucho de ser las previsibles.

Quizá el concepto más elocuente para resumir las conclusiones del doctor Hedin es el de “pendiente resbaladiza”: una cosa es el debate sobre la eutanasia que se realiza en los medios de comunicación, normalmente en torno a casos extremos -como el caso de Ramón Sampedro- y otra cosa muy distinta su aplicación concreta allí donde se ha aprobado.

La ley holandesa de 2002 señalaba los siguientes criterios para la aplicación legal de la eutanasia: que fuera a petición del enfermo, que la petición fuera voluntaria y persistente, que su sufrimiento fuera insoportable y sin esperanza de mejoría, que se proporcionara al paciente toda la información acerca de las alternativas existentes, la ausencia de alternativas razonables, que fuera avalada por un equipo de médicos y psicólogos, que los métodos para aplicarla fueran dignos e indoloros, y que el paciente tuviera al menos 12 años de edad.

La realidad es que el rango de motivos para permitir la muerte dulce es cada vez más amplio, flexible y relativo: en 2003 se practicaron el Holanda 1626 eutanasias, y en 2017 el número ascendía ya a 6585, el 4,4% del total de muertes. Y esto en base a los casos declarados por los médicos: se calcula que el número real es un 20% más alto.

El informe de Hedin es devastador: más del 25% de los médicos confiesa haber practicado eutanasias sin el consentimiento de los enfermos, más del 50% reconoce no haber presentado la documentación exigida, y el 20% afirma no tener intención de presentarla jamás. El libro explica cómo la eutanasia poco a poco se va convirtiendo en una solución fácil, en detrimento de los cuidados paliativos, y que es el modo rutinario de tratar a los pacientes “graves o terminales, incluso a los que se sienten tristes o deprimidos”.

Los ejemplos señalados por Hedin son abrumadores: la mayor parte de las eutanasias en Holanda se solicitan por los familiares, no por el enfermo, y la mayoría de las razones no encajan en los supuestos legales, sino que van desde la “imposibilidad de tratar el dolor de manera efectiva” a “le faltaba calidad de vida” o “se le retiró el tratamiento, pero no terminaba de morir”. “Holanda- confiesa Hedin- se ha movido de la eutanasia para los enfermos terminales a la eutanasia para los crónicos; desde la eutanasia para las enfermedades físicas a la eutanasia para las enfermedades psicológicas, y desde la eutanasia voluntaria a la eutanasia involuntaria. Es decir, del derecho al deber de morir” (página 156).

En 2015 el propio parlamento holandés decidió reformar la ley de 2002 y ampliarla a todos los enfermos que considerasen que su vida “ya era completa” o estén “cansados de vivir”. Según la nueva ley, “ya no es preciso sufrir una enfermedad mortal. Un conjunto de condiciones, ligadas a la vejez, pueden causar sufrimientos insostenibles sin perspectivas de mejora”. De hecho, la principal asociación pro eutanasia de Holanda, NVVE, defiende la entrega a todo ciudadano mayor de 70 años, una píldora letal, prescindiendo de sus condiciones físicas o mentales.

¿Qué sucede en España? En la entrevista que el presidente Pedro Sánchez concedió a El País, el 23 de junio, asegura que “habrá ley de eutanasia antes de que acabe la legislatura, como un servicio más de la Sanidad pública”. La proposición de ley presentada por el PSOE el 3 de mayo -y apoyada por todos los partidos de izquierdas y Ciudadanos- calca los criterios supuestamente restrictivos de la ley holandesa de 2002: pacientes con discapacidad grave, sufrimiento físico y psíquico intolerable, insoportable o irreversible, altísimo nivel de dependencia, y con un diagnóstico realizado por un comité de al menos dos médicos. El proceso, además, no podrá durar más de 32 días desde la petición inicial, para evitar esperas indebidas.

Que alguien envíe al Palacio de la Moncloa el libro en cuestión. El verano es largo y un hombre inteligente e informado como el señor Sánchez seguramente no se negará a leerlo.

Julio J. Gómez

Publicado en el nº 705 de “Iglesia en Palencia”. Segunda quincena de julio de 2018

 

 

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