En primer lugar, quisiéramos transmitir nuestros mejores deseos para este nuevo año que comienza. Nuestros mejores deseos y también, nuestras desconcertantes inquietudes. Sí. Durante estos días se nos ha llenado la boca a la hora de transmitir expresiones como “Feliz año”, “Año Nuevo, vida nueva” muchas veces, insustanciales, vacías de contenido, alejadas de la cruda realidad. Expresiones que bien es verdad, a veces, van cargadas también, de esperanzas renovadas o de propósitos optimistas.
Me pregunto cómo es posible que año tras año, expresemos nuestros buenos deseos viendo que, a la vez, el panorama social es deprimente y duradero en el tiempo. Seguirá la guerra, el terrorismo criminal, el sexismo sutil y violento. Continuará el hambre creciente, las discriminaciones de todo tipo, las diferencias abismales entre clases, la corrupción política, los insultos entre los representantes políticos, la injusticia estructural, xenofobia, racismo, violaciones, acoso… ¿cómo es posible que no acabemos con tanta perversión, con tanta maldad? ¿qué tiene que pasar para que el hombre se dé cuenta del daño que está haciendo y lo revierta?
Todos los años por estas fechas, me hace pensar en la capacidad que tenemos los seres humanos en generar situaciones de maldad. O en la incapacidad de eliminarla de nuestras sociedades. Pero también, en la necesidad de la lucha para eliminarla. Quiero entonar un canto de esperanza. Globalmente el mundo, con todas sus vicisitudes, es un camino hacia adelante. Muchas locuras y sinrazones irán desapareciendo poco a poco. El debate se podría situar en discernir si estamos realmente progresando o estamos retrocediendo. Pues bien, yo creo que, en ese largo camino del ser humano hacia la dignidad, la historia tiene un signo positivo.
Somos humanos todos los días del año y nos tienen que llenar más las sonrisas y los afectos, que toda la riqueza del mundo. La realidad duele, por supuesto, pero hay que sacar a flote todas las fortalezas, algo se puede hacer, aunque sea individualmente para crear una vida nueva llena de bondad, respeto, tolerancia, libertad. Valores, al fin y al cabo. Pasito a pasito se llega lejos si consagramos nuestras ideas a repartir valores a las nuevas generaciones para que vivan la paz, la armonía y la vida como alabanzas y sueños para conseguir la mejor meta: ser felices.
La salvación y el progreso están en las buenas aportaciones individuales positivas, en los pequeños actos que vayan construyendo, no destruyendo, un entorno saludable y justo. Si cada uno de nosotros sembramos durante este Año Nuevo, alguna buena semilla, ya hemos mejorado algo, pues algún día darán su fruto y, entonces, solo entones, sí que será una vida nueva.
Pablo Espina